El uso del apellido en el siglo XV nada
tiene que ver a la ordenación actual del mismo. El apellido comienza a usarse
en el siglo IX en Castilla. Por aquel entonces los hijos comenzaban a utilizar,
junto con su nombre propio, el del padre añadiéndole la terminación “ez” y a
veces, incluso “iz”, “oz” y "az", para designar que era hijo de esa
persona. El
nombre de un padre llamado Rodrigo se convertiría en el apellido Rodríguez. Los
hijos de Rui serían Ruiz, los de Gonzalo, González, los apellidados Díaz, eran
hijos de Diago o Diego que a su vez era una abreviatura de Santiago que a su
vez lo era de San Jacobo o dicho en hebreo, Sant Iacob; pero con el tiempo se
observó que esto no era suficiente para identificar a la familia. A partir del
siglo XV se utiliza indiscriminadamente el uso de los apellidos de tal forma
que los hermanos de una misma familia adoptaban distintas formas del mismo o
distintos apellidos; de esta manera surge la necesidad de distinguir a los
núcleos familiares en función del apellido que llevaran, los
cuales marcaban su pureza de sangre o su linaje noble.
Con la Inquisición y las exigencias de la
nueva España que se estaba consolidando como unitaria y católica, las familias
procedían a realizar la llamada “limpieza de sangre” para verificar que su
linaje era de cristiano puro diferenciándose así, de los nuevos cristianos por
cuyas venas corrían sangre judía o morisca.
En el siglo XVI se establece la obligatoriedad de inscribir en los libros parroquiales, los bautismos, bodas y defunciones lo que suponía la adquisición de unos apellidos que de alguna forma debían transmitirse de forma fija en los descendientes aunque esto se realizara de manera anárquica y adoptando de patronimidad el linaje mas conveniente Así una persona podía apellidarse como su abuelo y su hermano utilizaría el apellido de la madre, de tal forma que se daba el caso de que cada hijo tenía un apellido distinto.
En Canarias y
durante varios siglos se le daba preferencia a la sucesión del apellido materno
salvo en el caso de que la línea paterna procediera de un linaje de reconocida
nobleza. A veces, cuando se registraba un mayorazgo, su fundador establecía
como cláusula la obligatoriedad de que su beneficiario y descendientes
utilizaran obligatoriamente los apellidos del primero. De esta forma se
salvaguardaba el nombre de una dinastía.
Los apellidos
no siempre han sido patronímicos, es decir referentes al nombre del padre. Los
judíos y mozárabes solían utilizar nombres relacionados con la naturaleza,
temas religioso o toponímicos (nombres del lugar, ríos, montañas, etc). Los
apellidos también podían ser matronímicos, de motes, apodos, gentilicios.
Tenemos el caso de apellidos como Quintana cuya raíz vasca, según Carlos
Platero, tiene por significado el pasto o alimento del ganado, o el apellido Morales
, vocablo del latín moratis que nos habla de costumbres o normas de
conductas (Carlos Platero).Apellidos toponímicos como Burgos, Murcia,
Montesdeoca (cadena montañosa de Burgos), Melo (localidad
portuguesa), Egea (Ejea de los Caballeros) Bordón (Teruel), Miranda
(Asturias), Estupiñan (Huesca), Jaén, etc. Alusivos a la
naturaleza como Flores o Acevedo, derivado de “acedo”, planta que
forma arbustos.
En Canarias,
acabada la conquista,los indígenas debían ser bautizados y adoptar nombres
cristianos. Dado el desconocimiento que tenían del vocablo hispano y de los
nombres católicos, tan diferentes a sus nombres de origen bereber, se les
otorgaba el nombre y apellido de un padrino de bautismo que naturalmente era
católico extiguiéndose así casi la totalidad de los apellidos indígenas .En la
actualidad contamos con unos pocos que han persistido los cinco siglos, tales
como Oramas, Doramas, Baute, Bencomo, Dara, Darfía, Chinea,
Taoro, etc., incluso hay autores que informan de que el apellido Aday proviene
de una voz indígena que significa “de abajo” “debajo de algo”, aunque también
se ha encontrado dicho apellido en Navarra. Aquellos que delataban el origen insular
del indígena como Guanche o Canario. Los patronímicos como Martinón (francés
procedente de Martín), Millán (de Emiliano), Milán (de
Emilio).Los indicativos de profesión como Cabrero, Herrero, Marrero
(apellido portugués: el que tasaba las tierras).Los que indicaban apodo
como Delgado, Bueno, Feo, Viejo, Moreno,
etc.
El
Archipiélago es el resultado de la mezcla de muchas culturas, comenzando por la
indígena,y ello se refleja no solo en el arte, la artesanía o los cantos
populares sino también en los apellidos de las familias que llevan aquí al
menos cuatro siglos. Prueba de ellos es la existencia de apellidos que un día llegaron
de Europa y que, con el tiempo, fueron acomodándose dando como resultado, el
nacimiento de un nuevo apellido, un apellido canario, nació aquí y desde el
Archipiélago se exportó a América y otros lugares. Tal es el caso de Perdomo
(Jean de Arriete, normando era Prud'hom, es decir un hombre prudente,que solía
terciar en las disputas. Cuando llegó a Canarias en 1402 con Jean de
Bethencourt, ejerció de Juez pacificador en la Administración de Lanzarote en
los primeros tiempos. Su apodo de Prud'hom se convirtió en Perdomo). Berriel
(Berrier), Betancor (Bethencourt), Azuaje (Soaggi), Melián
(Meilland), Arencibia (Arancibia), Bandama (Vandamme), Reverón
(Riverol), Monteverde (traducción de Groenberg), Yánez (Eanes),
Dorta (De Horta),etc.
Indudablemente
el árbol genealógico de un canario encierra la historia de un Archipiélago, una
historia de sangre y esplendores, una historia donde se mezclan distintas
culturas para enriquecerla
AMORETO/AZUAJE
Ambos
apellidos arriban en Canarias, en el siglo XVI, de la mano del matrimonio
formado por Juan Bautista Amoreto, conde de Amoreto y apellido genovés,
y su legítima esposa Blanca Rapallo Soaggi. Este último apellido,
Soaggi, se castellanizó como Azuaje.
La condesa
era hija del senador genovés Alejandro de Rapallo y, de su cónyuge, Peregrina
Soaggi. Contrajo matrimonio con el noble, de origen saboyano, Juan Bautista
de Amoreto, conde de Amoreto, que fue capitán de galeras, donde prestó
grandes e importantes servicios al ducado de Saboya y a los reyes de España.
Juan Bautista fue hijo del conde Lázaro de Amoreto y de, su mujer, María.
A finales de
1500, debido a las revueltas políticas, ambos se instalaron y avecindaron en
Gran Canaria. En la isla tuvieron extensas posesiones de tierras y agua, además
de ingenios de cañas de azúcar. Por estas importantes propiedades, muchas toponimias
toman como referencia sus apellidos, el más conocido, barranco de Azuaje.
Su descendencia se fundió con las familias
más importantes y poderosas de las islas, convertidas en tronco de las familias
Manrique de Lara y del Castillo.
Pero los
apellidos que hoy son familiares en las islas no tuvieron todos una procedencia
española. Una vez acabada la conquista comienza la repoblación de las islas y
con ella la búsqueda de rentabilizar las nuevas tierras conquistadas. Con la
ayuda de los portugueses, se implanta la caña de azúcar y con ella florece el
mercado del azúcar que llegará a Europa de la mano de los genoveses y flamencos
que son los que controlarán el negocio distribuyendo la producción a los
puertos de Barcelona, Marsella, Génova y Amberes, desde donde se enviaba a
Holanda. Los flamencos
pagaban muchas veces la producción con artículos traídos de Flandes: tablas
flamencas, calados, etc. y con el tiempo dejaron no solo su influencia en la
artesanía, en nuestro folclore (las nanas, canciones infantiles,etc.) sino
también sus apellidos (Artiles, Westerling).También
los genoveses
nos dejaron sus apellidos como Peloz, Calderín, Sopranis, Fiesco,
Viñol o Viñoli, Poggio,
etc.
El Archipiélago es el resultado de la mezcla de muchas culturas, comenzando por la indígena,y ello se refleja no solo en el arte, la artesanía o los cantos populares sino también en los apellidos de las familias que llevan aquí al menos cuatro siglos. Prueba de ellos es la existencia de apellidos que un día llegaron de Europa y que, con el tiempo, fueron acomodándose dando como resultado, el nacimiento de un nuevo apellido, un apellido canario, nació aquí y desde el Archipiélago se exportó a América y otros lugares. Tal es el caso de Perdomo (Jean de Arriete, normando era Prud'hom, es decir un hombre prudente,que solía terciar en las disputas. Cuando llegó a Canarias en 1402 con Jean de Bethencourt, ejerció de Juez pacificador en la Administración de Lanzarote en los primeros tiempos. Su apodo de Prud'hom se convirtió en Perdomo). Berriel (Berrier), Betancor (Bethencourt), Azuaje (Soaggi), Melián (Meilland), Arencibia (Arancibia), Bandama (Vandamme), Reverón (Riverol), Monteverde (traducción de Groenberg), Yánez (Eanes), Dorta (De Horta),etc.
El Archipiélago es el resultado de la mezcla de muchas culturas, comenzando por la indígena,y ello se refleja no solo en el arte, la artesanía o los cantos populares sino también en los apellidos de las familias que llevan aquí al menos cuatro siglos. Prueba de ellos es la existencia de apellidos que un día llegaron de Europa y que, con el tiempo, fueron acomodándose dando como resultado, el nacimiento de un nuevo apellido, un apellido canario, nació aquí y desde el Archipiélago se exportó a América y otros lugares. Tal es el caso de Perdomo (Jean de Arriete, normando era Prud'hom, es decir un hombre prudente,que solía terciar en las disputas. Cuando llegó a Canarias en 1402 con Jean de Bethencourt, ejerció de Juez pacificador en la Administración de Lanzarote en los primeros tiempos. Su apodo de Prud'hom se convirtió en Perdomo). Berriel (Berrier), Betancor (Bethencourt), Azuaje (Soaggi), Melián (Meilland), Arencibia (Arancibia), Bandama (Vandamme), Reverón (Riverol), Monteverde (traducción de Groenberg), Yánez (Eanes), Dorta (De Horta),etc.
Indudablemente
el árbol genealógico de un canario encierra la historia de un Archipiélago, una
historia de sangre y esplendores, una historia donde se mezclan distintas
culturas para enriquecerla
No hay comentarios:
Publicar un comentario